El agua no solo sacia la sed
En los últimos días hemos sido testigos de una realidad preocupante: el Municipio de Quito anunció que la grave situación climática está poniendo en riesgo la provisión de agua para la ciudad. De inmediato podríamos ponernos a pensar en cómo vamos a lavar los platos, cómo podremos bañarnos o de qué forma podremos preparar los alimentos. Pero más allá de eso, el consumo desmedido de agua en las ciudades tiene un impacto más amplio de lo que generalmente se percibe.
Un indiscriminado consumo de agua no solo altera nuestro día a día familiar, sino que además intensifica la generación de residuos sólidos, lo que a su vez pone en riesgo la capacidad de los servicios de recolección de basura. Esto ocurre debido a que en un escenario de escasez de agua, las actividades diarias demandan un mayor uso de utensilios de un solo uso, lo que deriva en mayores cantidades de desechos sólidos, generando una carga adicional para los sistemas de recolección.
A esto se suma la problemática de la operación de los sistemas de manejo de residuos en escenarios de consumo hídrico elevado. El aumento en la generación de lixiviados en vertederos y rellenos sanitarios, resultado del exceso de agua en los desechos, puede saturar los sistemas de tratamiento y dificultar el manejo eficiente de los residuos. Además, en contextos de escasez de agua y racionamiento, como los proyectados para Quito, los servicios de recolección enfrentan desafíos logísticos al manejar un mayor volumen de desechos bajo condiciones operativas adversas, porque el agua es un recurso esencial para limpiar, enfriar y operar equipos en los centros de transferencia y en los propios rellenos sanitarios. En escenarios de escasez, como el que enfrenta Quito, el suministro de agua para estas actividades podría verse restringido, comprometiendo la eficiencia y la sostenibilidad del sistema de gestión de residuos.
El impacto también es social y económico, pues las familias que no optimizan el uso del agua suelen generar más residuos no reciclables, lo que incrementa los costos asociados al transporte y disposición final de los mismos. Esto, a largo plazo, pone presión sobre el sistema de gestión de residuos.
En Quito, el uso excesivo de agua está asociado con actividades como la limpieza de vehículos y patios, prácticas que generan altos volúmenes de residuos sólidos y líquidos. Por ejemplo, el lavado de espacios al aire libre no solo implica un derroche del recurso hídrico, sino que arrastra desechos sólidos al sistema de alcantarillado. Este fenómeno satura las redes y contribuye al incremento de residuos en vertederos, dificultando el trabajo de las plantas de tratamiento y de los servicios de recolección.
En este contexto, la posibilidad de racionar el agua en Quito resalta la urgencia de fomentar un consumo responsable. Es fundamental establecer una conexión más clara entre los hábitos cotidianos de consumo y los impactos en la gestión de residuos, incentivando una conciencia colectiva que permita preservar tanto el agua como la calidad de servicios como el de recolección de residuos.
No solo estamos ante un consumo desmedido de agua, sino frente a un círculo vicioso que amenaza la sostenibilidad urbana. Actuar ahora es imperativo para evitar que nuestra ciudad enfrente escenarios de colapso en la provisión de servicios básicos esenciales para su desarrollo.
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